Escritura, dolor de panza, lectura - Texto 2

Nada peor que comer una sandía antes de leer.

 

Para leer hay que tener el estómago vacío. Leer no solo es insoportable después de desayunar, almorzar o cenar. De hecho, leer tras comer es casi imposible. La comida recorre el cuerpo, se descompone, se desintegra, se aglomera en el estómago, avanza a paso lento por los intestinos. Es una verdadera molestia. Carbohidratos, proteínas, verduras, frutas, pan, postres... Ésos son algunos de los verdaderos enemigos de la lectura. Te invito a imaginar la siguiente escena: acabas de comer. Un plato de tallarines, acompañados con una copa de vino, un café y media barra de chocolate. Dices 'provecho', te retiras, vas a tu escritorio, agarras un libro y te sientas a leer (Y aquí, una necesaria aclaración: la lectura se realiza sentada. Jamás de pie. Y menos aún, por nada del mundo, en la cama. No olvides esto, jamás: Solo un amateur lee en su cama. Las lectoras profesionales leemos sentaditas y lejos de cualquier distracción: gente, tráfico, televisor… o sea, lejos de cualquier ser humano)... pero como decía, te sientas a leer y no hay nada peor que intuir el inicio del proceso digestivo. Los órganos empiezan con la faena. Y te sientes llena y esa llenura te hace recordar de que tienes una panza. Y es una panza inmensa porque –recuerda- acabas de comer. Y esa panza no te permite encontrar la comodidad tan necesaria para leer. Cruzas las piernas, y la panza estorba. Apoyas el libro sobre el escritorio, y la panza estorba. Posas el libro sobre tu panza –con la intención de la enorme protuberancia corporal sirva para algo- pero inmediatamente te das cuenta de que fue una mala idea. El libro resbala, cae al suelo y ahora: otro problema: recoger el libro sin levantarte de la silla y agacharte mientras esa enorme panza hace todo lo posible por doblegar a tu orgullo y espíritu. A todo esto, debemos sumarle: los eructos, las flatulencias, las repentinas ganas de ir al baño… Todos ellos inconvenientes que te desconcentran, que destruyen al acto de lectura. Por eso, para leer: estómago vacío y soledad. Y si eres de las personas que leen tres o cuatro libros a la vez… pues me alegro mucho por ti, pero te dejo un consejo final: no olvides que –de vez en cuando- no viene mal comer.

Esta es la continuación de este texto: aquí.

Eva Sofía Sánchez Exeni 26 01 22

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